Podría parecer ridículo decirlo, pero creo que hay que aclarar que Pentecostés no es un lugar, ni un río o montaña. Tampoco es un nombre (aunque hoy día podría ser), tampoco es un postre o algo así. ¡Pentecostés es una fiesta! Así es, una gran fiesta en la que recibimos un regalo muy especial. O más bien a Alguien muy especial.
Origen
Proviene de una fiesta judía. En hebreo se llama Shavuot, pero Pentecostés es el nombre con el que se le llamaba en los lugares donde se utilizaba como lengua el griego. Esta celebración se funda en tradiciones agrícolas en las que se celebra el fin del período de cosecha y se seguía festejando en este sentido de acción de gracias a Dios por la recolección. También se le llama fiesta de las semanas, pues se celebra a las siete semanas de la Pascua.
Era una de las tres fiestas que se celebraban en grande en Jerusalén, pues es fiesta de peregrinación. Jerusalén acoge, y acogía, a muchos peregrinos. Esto claramente lo vemos en la Biblia donde nos dice la variedad de gente que había en Jerusalén en esta fiesta. Hch 2, 9-11:
“Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios.”
En Pentecostés pasó un hecho que cambió el modo de vivir de los apóstoles de Jesús.
¿Qué sucedió?
Esta fiesta los católicos la celebramos en manera grande pero con un nuevo significado. Después de la resurrección de Jesús los discípulos estuvieron reuniéndose entre ellos para orar. Fue un momento difícil después de haber pasado por la pasión y muerte del Señor. Jesús se estuvo apareciendo, ya resucitado, durante cuarenta días hasta su ascención a los cielos. Después de esto ellos siguieron reuniéndose: “Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.” (Hch. 1, 14)
Y sucedió que, unidos el día de Pentecostés, : “De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban.
Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.” (Hch 2, 2-4.)
Un nuevo significado
¿Por qué es tan importante esta celebración? ¿Qué significa el que hayan recibido estas lenguas de fuego? En este día se cumplió la gran promesa de Cristo en la Última Cena: “ yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre” (Hch 14, 16). Es la venida del Espíritu Santo que les dará la fuerza a los apóstoles para ser testigos de Cristo y darle a conocer al mundo.
Es algo que los apóstoles no entendieron en el primer momento. Antes de la ascensión le preguntaban a Jesús si era ese el momento en el que iba a restablecer el reino de Israel… Una mentalidad muy humana, pensando que Jesús había venido como líder social o político. Cristo les dice: “A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.” (Hch 1, 6-8)
La venida y manifestacion del Espiritu Santo, es el comienzo de la Iglesia. Desde esta fiesta vemos que los apóstoles dejan de estar escondidos y, venciendo el miedo, salen y comienzan a predicar que Jesús es el Mesías (es decir, Cristo) y que habiendo muerto en la cruz por nuestros pecados nos ha redimido con su resurrección.
Y de este conocimiento del amor que nos ha tendio Dios de haber muerto por nosotros, nace el deseo de vivir según ese Dios que “me amó y se entregó por mí” (Ga 2, 20). Este vivir según el Espíritu es la nueva vida a la que Jesús nos invita a vivir.
Cristo sabía que solos no podemos, por eso no sólo se ha quedado con nosotros en la Eucaristía, sino que nos ha enviado al Espíritu Santo para acompañarnos y guiarnos desde dentro de nuestro corazón.
¿Cómo recibir al Espíritu Santo?
Celebramos al Espíritu Santo. El amigo (a veces descuidado) que nos acompaña a todos los cristianos desde nuestro bautismo. Que nos da las virtudes teologales para que le dejemos habitar dentro de nosotros. ¿Cómo puedes dejarle estar dentro de tu corazón?
Nos lo enseñan los apóstoles. Ellos se prepararon para recibir el Espíritu de dos maneras: “Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.” (Hch 1, 14)
- Unidos en la oración: Donde hay oración, ese deseo de encontrarnos con Dios, Él está allí. Es una realidad el que Dios es el primero que quiere encontrarse con nosotros. Es allí donde comenzamos a oír esa voz del Espíritu que nos lleva al bien y a la verdadera felicidad.
- Con María: Ella está siempre presente en nuestras vidas. Muchas veces escondida, como tantas veces lo hacen las mamás. Ella se ha tomado en serio su papel de madre de cada uno de nosotros y, si miramos hacia atrás, vemos que ella nos acompaña en cada momento para enseñarnos a escuchar al Espíritu que ella supo seguir en todo momento.
¿Y qué tengo que hacer?
- Aprende a escuchar al Espíritu Santo.
- Mira cómo lo han hecho otros:
- María: Lucas 1, 26 ss
- Felipe el diácono: Hechos 8, 26-40
- Pablo: Hechos 9, 9 ss
En realidad todo el libro de los Hechos de los Apóstoles es un canto a la acción del Espíritu Santo. Highly recommended!!!
Escucha y déjate guiar…