El Papa Benedicto XVI exhortaba a los jóvenes:
“…no tengáis miedo de tomar decisiones definitivas. Generosidad no os falta, lo sé. Pero frente al riesgo de comprometerse de por vida, tanto en el matrimonio como en una vida de especial consagración, sentís miedo…
¡Ánimo! Atreveos a tomar decisiones definitivas, porque, en verdad, éstas son las únicas que no destruyen la libertad, sino que crean su correcta orientación, permitiendo avanzar y alcanzar algo grande en la vida.” (21/03/09)
El libro del Génesis, en los primeros capítulos, nos narra que Dios al crear cada una de las cosas ve que son buenas. Dios mismo nos ha dado este mundo para cuidarlo y para que lo usemos para nuestro bien (Cf. Gen 2, 16).
Pero el mundo, después de la caída de Adán y Eva, nos pinta las cosas fáciles y nos invita a conformarnos con lo ya alcanzado. Influye en nosotros esta mentalidad y nos da miedo enfrentarnos con la realidad. La búsqueda de lo fácil es algo que, podríamos decir, nos caracteriza.Tenemos miedo de soltar nuestras seguridades y lanzarnos a hacer algo más grande, a probar algo nuevo, a dar más… No pensamos que para recibir, primero hay que dar.
Tenemos miedo a opciones definitivas
¡Cuánto nos cuesta tomar una decisión y más si es una decisión de vida! Esto lo vemos en la sociedad de hoy en muchos modos. ¿Cuál es la causa? Seguramente habrá múltiples causas y algunas de ellas razonables. Pero tal vez al hacerse algo tan típico podemos pensar que es normal.
Hace poco un sacerdote nos contaba de un joven que se acercó a él diciéndole que quería ser sacerdote, pero sólo por 10 años. El compromiso lo queremos según nuestras medidas y nuestros cálculos. Vemos cómo el porcentaje de parejas divorciadas aumenta y cada vez más rápido. Tenemos miedo a arriesgar.
El Papa Francisco nos dijo en una audiencia, a inicios de su pontificado:
“Una elección definitiva hoy es muy difícil. En mi época era más fácil, porque la cultura ayudaba a tomar decisiones definitivas tanto en la vida matrimonial, en la vida consagrada o en la vida sacerdotal. Pero en esta época no es fácil tomar una decisión definitiva. Somos víctimas de esta cultura provisional”. (9/16/13)
Será difícil, pero se puede. Tenemos claros testimonios de gente que no se ha conformado con lo que era fácil.
Le tememos al largo plazo
Queremos asegurar todo y nos da miedo arriesgar a largo plazo; nos da miedo apostar por un futuro incierto. Tal vez no pasa esto en los sectores del mundo económico, pues el mundo en este sentido está bastante despierto y de allí podremos aprender mucho.
Nos dice Mark Zuckerberg:
“El mayor riesgo es no tomar ningún riesgo. En un mundo que cambia realmente rápido, la única estrategia que tiene garantizado fracasar es no tomar riesgos”
Queremos controlarlo todo, pero hay zonas en nuestra vida que se nos van de nuestras manos. Podemos controlar ciertas cosas… allí donde se tocan las libertades de otros no es tan fácil arriesgar. Este querer tener todo bajo nuestro control tiene un gran peligro: es ese “ser como dioses” (Génesis 3, 5) lo que hizo caer a Adán y a Eva…
Querer ser dueños del tiempo y de la historia. No dejarle a Dios ser Dios en nuestra vida, no arriesgarnos a amar. No confiar. Y amar no es sólo recibir, sino sobre todo dar.
La respuesta es la confianza
San Mateo en el evangelio nos narra cómo Dios es un Padre bueno que nos cuida (6,25-34). Nos invita a abandonarnos a la providencia de Dios. Creo que ese es el riesgo al que hay que atreverse.
Los riesgos medibles y calculables son fáciles. Pero el riesgo al que Dios nos llama a lanzarnos no sabemos por dónde irá. Lo único que sabemos es que nos llevará a la verdadera felicidad.
Podemos recordar y dejar que encienda en nosotros de nuevo esa arenga que san Juan Pablo II nos decía “No tengáis miedo”.