El evangelio de San Marcos, es el más corto, pero es imitado por otros dos evangelios (Mateo y Lucas). Según los estudios más consolidados y aceptados por la amplia mayoría de expertos es el primer evangelio escrito. Su sencillez y frescura ha cautivado a incontables lectores en casi 2000 años de historia. Estamos probablemente ante la primera historia de Jesús jamás escrita: el evangelio de Marcos.

Qué, quién y cuándo de San Marcos

¿Cuándo se escribió este evangelio? Como en todos los escritos de la Antigüedad, es difícil dar una fecha precisa. Los escritores cristianos de los primeros siglos afirman que se escribió durante la vida de san Pedro o inmediatamente después de su martirio, es decir, en torno al año 64 d.C. Fecha avalada también por varios estudios modernos.

 

 

¿Quién lo escribió? San Marcos el evangelista fue compañero de San Pablo en algunos viajes, y, según la tradición, también fue secretario de San Pedro. Por lo tanto, suponemos que los relatos que tenemos del evangelio los escuchó directamente de un testigo presencial: el Príncipe de los Apóstoles.

El inicio del evangelio es como un programa del mismo y una clave de interpretación: “Inicio del evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios” (Mc 1,1). Todo el evangelio estará dirigido a presentarnos la figura de Jesús.

San Marcos explica la humanidad de Jesús

Marcos es el evangelista que más subraya la humanidad de Jesús que, como contrapunto, trasluce más su divinidad. Marcos deja ver en Jesús emociones, impresiones y sentimientos de un corazón humano. Tenemos a un Jesús que se compadece del leproso y lo cura (Mc 1,41). Miran con ira a los fariseos que quería tenderle una trampa (Mc 3,5). Marcos nos presenta un Jesús con gran capacidad de seducción ante el gentío que iban en su búsqueda (Mc 1,37). Leví quedó arrastrado por su fascinante personalidad y deja todo para seguirlo (Mc 2,14).

El segundo evangelio también deja ver rasgos muy humanos de Jesús que indican su preocupación por los demás. Después de resucitar a la hija de Jairo, se preocupa por que le den de comer (Mc 5, 43), Invita a los discípulos fatigados después de la misión a que descansen un poco (Mc 6, 31). Siente compasión por las masas que acudían a él porque estaban como ovejas sin pastor (Mc 6, 34). Siente ternura por los niños a quienes abrazaba y bendecía (Mc 10, 16).

San Marcos nos muestra al Mesías

El judaísmo contemporáneo a Jesús esperaba la llegada del Mesías, el ungido del Señor. La palabra “Mesías” significa en hebreo “ungido”, el mismo significado etimológico que tiene la palabra “Cristo” en griego. “Mesías” y “Cristo” son, por lo tanto, sinónimos. Este Mesías sería un descendiente del mítico rey David que restablecería el reino de Dios en el mundo, que estaría precedido por una especie de Elías revivido. Marcos, desde el inicio de su evangelio, deja ver claro que Jesús es el Mesías esperado.

Los ochos primeros capítulos van creando la expectativa sobre la mesianidad de Jesús. Aparece Juan el Bautista, el precursor que según las profecías iría delante del Mesías a preparar su camino (Mc 1, 2-4). Las voces del más allá lo confiesan abiertamente como el Hijo de Dios: la voz del Padre en el momento del bautismo (Mc 1, 11), y la voz de los endemoniados lo confiesan como el Santo de Dios (Mc 1, 24). Jesús hace obras que acreditan su origen divino, milagros que ningún hombre común puede hacer. Perdona los pecados a un paralítico y después lo cura (Mc 2, 1-12). Tiene poder para legislar sobre el sábado, día sagrado para los judíos (Mc 2, 28). Calma la tempestad ante el asombro de sus discípulos (Mc 4, 41). Multiplica cinco panes y dos peces, y alimenta a una multitud (Mc 6, 30-44). Ante la mirada atónica de sus discípulos, camina sobre las aguas (Mc 6, 64-52). Todos estos hechos extraordinarios de Jesús son una preparación y tienen su desenlace en la confesión de fe de Pedro. El príncipe de los apóstoles lo confiesa abiertamente como el Cristo. Este importante pasaje es la conclusión de esta primera parte. El evangelista nos ha estado preparando en los ocho primeros capítulos mostrándonos el obrar de Jesús para concluir esta sección confesando su mesianismo: es el Mesías esperado por el pueblo elegido, pues sus obras lo acreditan como tal.

Jesús, el Hijo del hombre

La figura del Mesías tenía muchos malentendidos en la época de Jesús. Judea era un territorio dominado por los romanos, y muchos esperaban un mesías liberador que expulsaría al invasor y restauraría el poderoso e independiente reino del rey David. Varios grupos como los zelotes, que los evangelios mencionan, luchaban por este ideal de liberación política. Por lo tanto, las miras del mesianismo podían reducirse a un liberador político contra la opresión extranjera.

En este contexto la misión mesiánica de Jesús tendría el peligro de malinterpretarse. Jesús no había venido para instaurar una realidad política, ni una lucha temporal, ni una liberación militar. El Reino de los cielos es una realidad espiritual que se instaura en el corazón de cada hombre al aceptar la palabra de Dios, y la liberación traída por Cristo es la liberación del pecado que lleva a la muerte del alma. Al proclamar a Jesús como el Mesías, se debían evitar todas las confusiones politizantes. Jesús era el Mesías, pero no como lo esperaban algunos.  Marcos presenta a Cristo como el Hijo del hombre doliente, no como el Mesías victorioso. Hijo de hombre es una expresión con varios significados tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, pero en este contexto del evangelio de Marcos, se refiere a una figura sufriente y condenada a muerte, pero que luego resucitará.

La segunda parte del evangelio va preparando al lector a la pasión y muerte de Cristo. Tres veces anuncia a sus discípulos que deberá padecer y morir (Mc 8, 31-34; 9, 30-32; 10, 32-34). Entra a Jerusalén, ciudad en la que sufrirá su pasión (Mc 11, 1-11), y las controversias con los fariseos, escribas y ancianos se multiplican (Mc 11,27-33 entre otros).

El punto central de esta sección es el juicio de Jesús ante el sanedrín (Mc 14-53-65). En esta dramática situación, humillado y vejado por sus enemigos, indefenso y a punto de sufrir una muerte ignominiosa, Jesús se proclama como el Cristo. Y no solo como Cristo, sino como igual a Dios al ponerse a la diestra de Dios entre las nubes del Cielo. Recordemos que, en el lenguaje bíblico, sentarse o colocarse a la derecha es símbolo de tener igual dignidad o puesto de quien preside. Podemos decir que Cristo le dice al sumo sacerdote “sí soy el Mesías, pero no nada más el Mesías, sino algo más. Soy Dios”. Por esto el sumo sacerdote se rasga las vestiduras (Mc 14,63). Pero esta solemne confesión de labios del mismo Jesús, y no de labios de nadie más, tiene lugar en el momento más bajo humanamente de su existencia, cuando está siendo humillado y condenado a muerte. No hay lugar en este contexto para interpretar el mesianismo de Jesús de manera política o temporal.

Las grandes líneas del evangelio de Marcos, sin pretender abarcar la totalidad de las temáticas, las podemos sintetizar en estos puntos.

  1. Marcos es un evangelio lleno de detalles que transpiran la humanidad de Cristo, sus sentimientos, emociones. En su simplicidad y brevedad, transmite la figura de Jesús con gran frescura y fuerza.
  2. Los primeros ocho capítulos quieren presentarnos a Cristo como el Mesías anunciado por los profetas.
  3. El resto del evangelio se centra en la figura del Jesús doliente que purifica el mesianismo de Cristo y presenta su muerte expiatoria por todos los hombres.

Que este pequeño bosquejo nos acerque al más corto de los evangelios. Su energía y su sencillez en presentarnos la figura de Cristo son una invitación a tomarlo entre las manos y a disfrutar de su lectura y meditación. Si queremos comenzar a leer la Biblia, el evangelio de Marcos es una óptima opción.