Hay en la cultura actual una extendida desconfianza a los Evangelios. Muchos los consideran invenciones de los primeros cristianos para difundir la doctrina sobre la nueva religión cristiana, otros los descalifican simplemente porque tienen cosas que la razón humana no puede explicar (milagros, hechos y seres extraordinarios). Es más, sabemos que hay otros evangelios que la Iglesia no reconoció como inspirados (los llamados evangelios apócrifos, como el evangelio de Tomás, y otros).

La Biblia es el libro sagrado para todos los cristianos. Es uno de los medios por los que Dios se nos revela. Ahora bien, Jesucristo es el centro y la plenitud de la Revelación, es la Palabra definitiva de Dios al hombre después de la cual no se puede esperar otra Revelación. Por consecuencia, la primicia de la Biblia son aquellos libros que nos hablen expresamente de Cristo: los 4 Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan).

Sin embargo,  ¿son fiables históricamente los evangelios? ¿Por qué unos determinados libros son parte del “canon”, es decir, de los libros normativos para la fe que constituyen la Biblia, y otros no? ¿Hay acaso unos evangelios “ocultos” que transmiten la verdad de Cristo maléficamente escondidos por la Iglesia, al estilo Dan Brown?

Aquí te presento algunos argumentos que reafirman la credibilidad de los Evangelios:

Jesús como personaje histórico:

Estas preguntas no son nada nuevas. San Justino mártir discutía sobre estos argumentos desde el S. II d.C. con más insistencia, muchos teólogos racionalistas del S. XVIII como Reimarus y Lessing consideraban que Jesús fue en realidad un revolucionario político fracasado, ajusticiado por los romanos, pero que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús haciendo creer a la gente que había resucitado.

Antes que nada, ningún estudioso serio duda actualmente de la historicidad de Jesús de Nazaret. Hay fuentes externas al cristianismo que mencionan a Jesús, como el historiador romano Tácito que menciona en sus Anales a Jesús y su ejecución “durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato” (Anales, 15,44). Por lo tanto, hay testimonios históricos externos al cristianismo que afirman la existencia de Jesús de Nazaret, que nació en un determinado tiempo y lugar determinado, que murió bajo el poder romano.

La transmisión de los Evangelios a través de la historia:

Todos sabemos quién es Aristóteles, el famoso filósofo griego. Uno de los pensadores más comentados de la historia todavía estudiando, con toda razón en nuestros días. Pues el manuscrito más antiguo del Estagirita es de 1,400 años posterior a su muerte y, sin embargo, no hay alguien que seriamente impute la autenticidad de las obras de Aristóteles.

Polibio fue un importante historiador griego, cuyos textos son básicos para nuestro conocimiento del desarrollo y expansión de la civilización romana. El código más cercano de Polibio que tenemos es 1,340 años posterior a él. Tampoco hay alguien que dude de la autoridad del escrito griego.

Pues de los Evangelios tenemos decenas de papiros del S. II, apenas 200 años posteriores a la vida terrena de Cristo. Muchos escritores de entre el S. II y el S. IV como Ireneo de Lyon, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Orígenes y Eusebio de Cesarea citan con frecuencia los Evangelios, que prácticamente a partir de sus citas los podemos rehacer. El valor científico de esta documentación es incalculable, y nos permite localizar los relatos Evangélicos como un caso único: no hay otro libro de la Antigüedad que tenga tantas garantías de historicidad como lo tienen los Evangelios.

Su estado de conservación:

Las obras más antiguas de los escritores latinos que conservamos son del S. VIII. Hay fragmentos de Cicerón, César, Horacio, Virgilio y de otros escritores, pero ningún texto íntegro antes de esta fecha. En cambio, tenemos decenas de códices evangélicos que reproducen no sólo partes como los papiros ya del S. II, sino los textos completos de los Evangelios prácticamente como los conocemos ahora que datan del s. IV; como el “Códice vaticano”, conservado en el Vaticano, el “Códice sinaítico” y el “Códice alejandrino”, ambos conservados en la Biblioteca británica de Londres.

Sus autores:

Hay otro dato que nos hace reflexionar sobre la veracidad de los Evangelios y si lo que escribieron fue verídico o no. Si escribo, por ejemplo, un texto diciendo que el 19 de abril de 2017 en los cuartos de final de la Champions League el Barcelona le ganó 4-0 a la Juve, inmediatamente se desmentiría mi versión como falsa, indicando que el partido se empató a ceros. Todo el mundo se daría cuenta que he dicho una mentira.

Los Evangelios fueron escritos por testigos y para testigos que vieron a Cristo. Los estudios exegéticos nos dicen que los evangelios se escribieron algunos incluso antes del año 70 d.C. Como más tarde, el evangelio de Juan se escribe a finales del S. I. Los cristianos de aquella generación, cuando leían los Evangelios, veían retratado lo que ellos habían visto, o lo que habían oído directamente de los testigos oculares. Si los Evangelios no dijeran la verdad, habrían sido rechazados como mentira. Nadie habría querido guardar un libro que desfigura la verdad, o los habrían desmentido. Sin embargo no hay ni un solo documento que atestigüe este rechazo. Opositores al cristianismo los hubo desde el inicio, pero ninguno de ellos jamás dijo que todo había sido una invención.

¿Qué hicieron aquellos primeros cristianos? Los guardaron y los copiaron con gran veneración. En aquellos tiempos no existía la imprenta, por lo que las copias de los textos tenían que hacerse a mano. El estudio comparativo de los manuscritos de los Evangelios nos dicen que se reprodujeron con gran fidelidad. Hay pequeñas variaciones, pero son fundamentalmente equivocaciones al copiar: poner una letra por otra, cambiar el orden de las palabras, etc.

En fin, todas estas consideraciones pretenden que tengamos una gran fe en los Evangelios, gran fe porque nos consta su historicidad y veracidad. Si alguien no acepta lo que nos dicen los Evangelios, tampoco tienen que creer nada de la Antigüedad. No puede creer ni en Alejandro Magno, ni en Ciro, ni en Aníbal, ni en Escipión el Africano, ni en nadie.

Ciertamente, hay mucho otros evangelios escritos más allá de nuestros cuatro Evangelios. La Iglesia jamás los ha escondido. Hay varias librerías católicas que venden ediciones de estos evangelios llamados apócrifos (significa que no han sido reconocidos como canónicos, es decir, que no forman parte de la Biblia). Por ejemplo, hay un evangelio de Felipe, de Tomás, de Santiago, entre otros. Algunos narran, por ejemplo, historias de la infancia de Jesús, otros fueron escritos por sectas de los primeros siglos como los gnósticos. Estos escritos no entraron en el Canon de las Escrituras, es decir, no son libros inspirados que forman parte de la Biblia, por lo tanto, no fueron copiados y transmitidos como los 4 Evangelios canónicos.

En conclusión, si tienes dudas acerca de la veracidad de los Evangelios, te invito a reflexionar en lo siguiente:

  1. Los Evangelios narran hechos históricos que se pueden localizar en un espacio y tiempo determinados.
  2. Su fiabilidad es mucho mayor que la de cualquier otra obra de la Antigüedad.

La Iglesia admite los cuatro Evangelios canónicos porque son los que transmitían la fe, dejando de lado otras versiones de los evangelios porque su contenido no era esencial para la fe o contenía errores doctrinales.